Primera Lectura. Santiago 2,1-9.
1Hermanos míos, no confundáis la fidelidad a nuestro Señor Jesús,
Mesías glorioso, con ciertos favoritismos. 2Supongamos que en vuestra
reunión entra un personaje con sortijas de oro y traje flamante y entra
también un pobretón con traje mugriento. 3Si atendéis al del traje
flamante y le decís: "Tú siéntate aquí cómodo", y decís al pobretón:
"Tú, quédate de pie o siéntate aquí en el suelo junto a mi estrado",
4¿no habéis hecho discriminaciones entre vosotros? y ¿no os convertís en
jueces de raciocinios inicuos?
5Escuchad, queridos hermanos, ¿no fue Dios quien
escogió a los que son pobres a los ojos del mundo para que fueran ricos
de fe y herederos del Reino que él prometió a los que lo aman?
6Vosotros, en cambio, habéis afrentado al pobre.
¿No son los ricos los que os oprimen y ellos los que os
arrastran a los tribunales? 7¿No son ellos los que ultrajan el nombre
ilustre que os impusieron? 8Que, a pesar de eso, cumpláis la ley del
Reino enunciada en la Escritura: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lv 19,18), está muy bien. 9Pero mostrar favoritismo sería cometer un pecado y esa ley os acusaría como a transgresores.
Explicación.
El
favoritismo por los ricos indica la adhesión a una falsa escala de
valores (cf. 1,9s). Esta conducta se desentiende de la preferencia de
Dios por los pobres e ignora la opresión que ejercen los ricos, quienes,
apoyados en su prestigio social utilizan la ley para favorecer sus
propios intereses y en contra de los débiles (1-6).
El nombre ilustre que os impusieron es
el de cristianos; parece que muchos ricos miraban con malos ojos al
cristianismo como tal y buscaban denigrar el nombre cristiano. La
generalización que hace el autor (los ricos) señala la
solidaridad de clase que existe entre los pudientes. Se les puede
admitir en la comunidad, pero no aceptar en ella la diferencia de clase
ni el privilegio a que están acostumbrados (7).
El favoritismo es un pecado contra el mandamiento del amor (Lv 19,18). La Ley del Reino, o
"ley soberana". Contra la tradición de los intérpretes judíos, que daba
igual peso a todos los mandamientos, la comunidad del autor había
escogido del AT este único mandamiento, el del amor al prójimo,
constituyéndolo en principio universal de moralidad que dispensaba de
los demás mandamientos de la Ley (8-9).
Salmo. 34,2-7.
2 Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
3 Yo me glorío del Señor:
que lo escuchen los humildes y se alegren.
4 Engrandeced conmigo al Señor,
ensalcemos junto su nombre.
5 Consulté al Señor y me respondió
librándome de todas mis ansias.
6 Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se sonrojará.
7 Este pobre clamó y el Señor le escuchó,
lo salvó de todos sus peligros.
Explicación.
34,2 "En todo momento": varias veces insiste el orante en la totalidad: 5.7.18.20.21.
34,3
El hombre no debe gloriarse de méritos propios; su orgullo es el Señor
su Dios: Jr 9,22s. Lo cual es otra forma de alabanza. Si los marginados
pueden alegrarse de la experiencia del orante, es que él no es ajeno a
la categoría.
34,4
"Engrandecer" es reconocer la grandeza, como enaltecer es reconocer la
sublimidad. Dos dimensiones humanas o cósmicas se proyectan hacia Dios.
34,5
Consulta del hombre y oráculo de respuesta son práctica religiosa
común: véase p.ej: el caso de Raquel en Gn 25. La respuesta divina
serena, tranquiliza.
34,6
Éste es el verso más importante del salmo. Leo imperativo con versiones
antiguas. "Radiante" como Is 60,5; "sonrojarse" o quedar sombrío, como
Is 24,23; Jr 15,9 o Miq 3,7. Con vocabulario diverso, creo que la
invitación apunta a tres momentos de la vida de Moisés: en la vocación
(Éx 3,6), en los encuentros personales con el Señor (Éx 33,8 y
34,29-33), cuando volvía radiante. El privilegio de Moisés se ofrece hoy
a cualquiera: quien "contemple" a Dios, en el templo o en la oración,
saldrá "radiante", no estará "sombrío" por el fracaso. Se podría tomar
este verso como lema de la oración contemplativa.
34,7 Simple secuencia personalizada: clamar - escuchar - salvar.
Evangelio. Marcos 8,27-33.
(Mt 16,13-20; Lc 9,18-21)
27Salió Jesús con sus discípulos para las aldeas de Cesarea de Filipo. En el camino les hizo esta pregunta:
-¿Quién dice la gente que soy yo?
28Ellos le contestaron:
-Juan Bautista; otros, Elías; otros, en cambio, uno de los profetas.
29Entonces él les preguntó:
-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Intervino Pedro y le dijo:
-Tú eres el Mesías,
30Pero él les conminó a que no lo dijeran a nadie.
(Mt 16,21-23; Lc 8,22)
31Empezó
a enseñarles que el Hombre tenía que padecer mucho, ser rechazado por
los senadores, los sumos ,sacerdotes y los letrados, sufrir la muerte y,
a los tres días, resucitar.
32y
exponía el mensaje abiertamente. Entonces Pedro lo tomó consigo y
empezó a increparlo. 33Él se volvió y, de cara a sus discípulos, increpó
a Pedro diciéndole:
-¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque tu Idea no es la de Dios, sino la humana.
EXPLICACIÓN.
27-30. Puente entre el primero y el segundo período. En territorio pagano. Comienza el tema del camino (9,33s; 10,32.52;
11,8; cf 1,2) que lleva a Jerusalén (10,32.33; 11,11) Y se responde a
la cuestión de la identidad de Jesús (4,41; 6,14-16). Las dos preguntas
de Jesús corresponden a los dos momentos de la curación del ciego
(8,24.27: «los hombres-): la gente (los hombres) no ve en Jesús ruptura con la tradición (Juan, Elías, profeta) (27-28;
d. 6,14-16). A la segunda pregunta, Pedro, por propia iniciativa, se
hace representante del grupo (cf. 1,36). Su declaración no es aceptada
por Jesús: el Mesías, determinado, se identifica con el de la expectación popular nacionalista (29-30): les conminó, como a los espíritus inmundos (1,25; 3,12) o al viento/espíritu (4,39).
Introducción (8,31-33): Enseñar, dar
una información que se aplica a la vida de los discípulos (seguidores
israelitas). En lugar del concepto judío de «Mesías», el universal de el Hombre (2,10;
2,28), el portador del Espíritu de Dios (1,10), que, por ello, posee la
plenitud humana; por extensión, los que siguen su camino. «El Hombre»,
intolerable para los poderes de la sociedad judía (sumos sacerdotes, senadores, letrados, las tres categorías que componían el Gran Consejo o Sanedrín); tenía que padecer, etc.:
reacción inevitable de la sociedad injusta al mensaje de Jesús.
Desenlace de su actividad: la muerte no pone fin a la vida. Tres días, breve lapso de tiempo (Os 6,2) (31). Les exponía el mensaje, como antes a la multitud, pero sin parábolas (cf. 2,2; 4,33; cf. 4,26-29: la entrega).
Resistencia de Pedro: increpa (<<conmina»,
como a un espíritu inmundo, cf. 8,30) a Jesús como a un enemigo del
plan de Dios; muestra su falso concepto del Mesías (8,29): se opone a
que Jesús tenga que morir, quiere un Mesías poderoso y triunfador (32).
Jesús, de cara a sus discípulos, que profesaban la misma idea
(8,30: «les conminó») increpa/conmina a Pedro: lo identifica con
Satanás, el tentador, el enemigo del hombre y de Dios (1,13); la idea humana/de los hombres, de la tradición farisea y rabínica (7,8), la de los que «no ven ni oyen» (8,24.27), opuesta a la de Dios. Se
oponen dos mesianismos: el del Mesías...Hijo de Dios (1,1; 14,61s), que
se entrega por la humanidad (1,9-11), y el del Mesías hijo/sucesor de
David (10,47.48; 12,35-37), victorioso y restaurador de Israel.
Tentación de poder (1,13.24.34; 3,11; 8,11) (33).
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