Primera Lectura. 1 Juan 2,22-28 o Ef 4,1-7.11-13
1 Juan 2,22-28
22
¿Quién es el embustero?, ¿quién sino el que niega que Jesús es el
Mesías? Ese es un anticristo, el que niega que son Padre e Hijo. 23Todo
el que niega al Hijo se queda también sin el Padre; quien reconoce al
Hijo tiene también al Padre.
24Por
vuestra parte, permanezca con vosotros lo que aprendisteis desde el
principio; si eso que aprendisteis desde el principio permanece con
vosotros, también vosotros permaneceréis con el Hijo y con el Padre; 25y
ésa es la vida definitiva, la promesa que él nos hizo.
26Sobre
los que intentan extraviaros, basta con lo escrito. 27 Además, la
unción con que él os ungió sigue con vosotros y no necesitáis otros
maestros. No, como esa unción suya , que es realidad, no ilusión, os va
enseñando en cada circunstancia conforme a lo que él os enseñó,
permanecéis con él.
28Pues
ahora, hijos, seguid con él, para que, si se manifiesta, nos sintamos
seguros y no tengamos que alejamos de él, avergonzados, el día de su
visita.
EXPLICACIÓN.
El autor desmitifica el concepto de anticristo (22: Ése es el anticristo). Negar
que Jesús-hombre es el Mesías (Ungido, Consagrado por el Espíritu)
lleva consigo negar que es el Hijo de Dios (23) y que su actividad es la
misma del Padre (cf. Jn 10,24.25.32.36). Se niega así la importancia de
su vida histórica; quien tal hace se queda sin el verdadero Dios, el
Padre, y el dios que se fabrique será un ídolo (cf. 5,21), pues es la
vida y actividad de Jesús la que revela el ser de Dios (Jn 1,18; 12,45; 14,9). Que son Padre e Hijo (22), lit. «al Padre y al Hijo», refiriéndose a la relación entre ambos.
Lo que aprendisteis desde el principio es
el mensaje del amor, a ejemplo de Jesús. Su práctica mantiene unidos a
Jesús y al Padre, fuente de vida, y esa unión, efecto de la comunidad de
Espíritu, es la vida definitiva (cf. Jn 17,3) (24-25).
El
cristiano que practica el amor al prójimo posee la unción interior del
Espíritu (cf. 2,20), que vivifica la enseñanza de Jesús (cf. Jn 14,26),
permitiendo discernir lo verdadero de lo falso (no necesitáis otros maestros) y actuar en cada circunstancia conforme al mensaje; esto hace que el cristiano siga unido a Jesús (26-27).
Resumiendo lo dicho anteriormente, exhorta a la constancia en lo principal, la adhesión personal a Jesús (seguid unidos a él); si se manifiesta: la
posible visita del Señor a la comunidad ha de identificarse con algún
acontecimiento que la ponga a prueba, quizá la persecución (28); retiramos avergonzados, lit. «avergonzamos lejos/alejándonos de él»; visita, gr. parousia (sólo
aquí en los escritos joaneos), que, desde el siglo II a.c., era el
término usual para designar la visita de un rey o emperador a una
ciudad; no hay razón para suponer que el texto hable de una llegada al
fin de la historia; cf. Mc 13,26.32-37.
Ef 4,1-7.11-13
1En
consecuencia, un favor os pido, yo, el prisionero por el Señor: Que
viváis a la altura del llamamiento que habéis recibido; 2sed de los más
humilde y sencillo, se pacientes y conllevaos unos a otros con amor.
3Esforzaos por mantener la unidad que crea el Espíritu, escuchándola con
la paz. 4Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una es también la
esperanza que os abrió su llamamiento; 5un Señor, una fe, un bautismo,
6un Dios y un Padre de todos, que está sobre todos, entre todos y en
todos.
7Pero cada uno hemos recibido el don en la medida en que el Mesías nos lo dio.
11Y
así, fue él quien dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a
otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, 12con el fin
de equipar a los consagrados para la tarea del servicio, para construir
el cuerpo del Mesías, 13hasta que todos sin excepción alcancemos la
unidad que es fruto de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, la
edad adulta, el desarrollo que corresponde al complemento del Mesías.
Explicación.
El
tema de la unidad, expuesto anteriormente, lleva a la exhortación. La
unidad es fruto del Espíritu y exigencia ineludible del llamamiento
cristiano. La actitud de humildad y amor paciente es esencial, para
impedir que la unidad sea destruida por los defectos ordinarios (2-3).
Motivos profundos de la unidad (4-5); sobre todos, gr. epi pántôn, cf. Rom 9,5; entre todos, gr. dia pántôn,expresa una relación con todo el cuerpo de la comunidad, a través de la cual se difunden el influjo y la fuerza de Dios; en todos, gr. en pâsin, más individual, indica la habitación de Dios en cada uno (6).
Pasa de la relación con la comunidad como un todo a la relación con los
individuos. La unidad no significa uniformidad; es dinámica, fruto de
la colaboración de todos en la tarea común, cada uno con el don que ha
recibido (7).
Los dones miran a la construcción de la nueva comunidad humana, el cuerpo/pueblo del Mesías. Apóstoles no designa a los Doce, sino a todos los que tienen el carisma de fundar comunidades y educarlas en la fe; profetas, los que, inspirados por el Espíritu, transmiten a la comunidad mensajes del Señor; evangelistas, predicadores itinerantes; pastores, responsables que cuidad de la comunidad (cf. 1 Pe 2,25, de Jesús); maestros, los
que proponen y explican el mensaje de Jesús. Unidad, madurez,
desarrollo pleno, cuya meta es la condición de Jesús Mesías (11-13).
Salmo 98,1-4.
(Sal 96; Is 40-55)
1Cantad al Señor un cántico nuevo
porque ha hecho maravillas;
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
2EI Señor da a conocer su victoria,
revela su justicia a la vista de los pueblos.
3Se acordó de su lealtad y fidelidad
para la Casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
4Vitorea al Señor, tierra entera,
gritad, aclamad, tañed:
Explicación.
98,1 Ap 5,9; 14,3.
98,1-3
Notamos una "victoria" singular y "maravillas" plurales. La explicación
está en el "recuerdo" del Señor, el cual ha sido coherente con su modo
de proceder, ha mantenido su "lealtad". La acción ha sido a favor de
Israel y "justa", la manifestación es universal: Israel es escenario de
la actuación de Dios.
98,4-6
En la música instrumental y vocal reconoce el salmista un acto superior
de alabanza. La vocal exalta la palabra, intensifica la expresión; la
instrumental templa y acuerda los sonidos naturales.
Transposición cristiana.
El
tema del "venir" se realiza en el "adviento", en el Mesías "que ha de
venir"; doble adviento, histórico y escatológico; ambos celebrados en
nuestro adviento litúrgico. El segundo tema es el reinado, dominante en
el NT: universal y justo. Al "cántico nuevo" se refiere Ap 5,9s.
Evangelio: Juan 1,19-28.
El testimonio de Juan Bautista (Mt 3,1-12; Mc 1,7-8; Lc 3,15-17)
19.
Y éste fue el testimonio de Juan, cuando las autoridades judías
enviaron desde Jerusalén sacerdotes y clérigos a preguntarle:
-Tú, ¿Quién eres?
20. Él lo reconoció, no se negó a responder; y reconoció esto:
- Yo no soy el Mesías.
21. Le preguntaron:
- Entonces, ¿qué? Eres tú Elías?
Contestó él:
-No lo soy.
-¿Eres tú el Profeta?
Respondió:
-No.
22. Entonces le dijeron:
-¿Quién eres? Tenemos que llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Cómo te defines tú?
23. Declaró:
- Yo, una voz que grita desde el desierto: “Enderezad el camino del Señor” (como dijo el profeta Isaías).
24. Había también enviados del grupo fariseo,
25. y le preguntaron:
- Entonces, ¿por qué bautizas, si no eres tú el Mesías ni Elías ni el Profeta?
26. Juan les respondió.
- Yo bautizo con agua; entre vosotros se ha hecho presente, aunque vosotros no sabéis quién es,
27. el que llega detrás de mí; y a ése yo no soy quién para desatarle la correa de las sandalias.
28. Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
Explicación.
19-28.
Testimonio de Juan, que había sido anticipado en 1,6-8. En la primera
parte, la triple negación (1,19-23) desarrolla la frase de 1,8: No era
él la luz. La segunda parte, sobre el que había de venir (24-38)
explicita su testimonio en favor de la luz (1,7-8).
La
actividad de Juan, que despierta en el pueblo el deseo de vida y
plenitud (1,6), alarma a las supremas autoridades religioso-políticas
(Jerusalén) (19). Preguntas: el Mesías era el salvador esperado; Elías,
el precursor que había de preparar su llegada; el Profeta, el segundo
Moisés (20-21). Las tres figuras encarnaban aspectos de la salvación
como poseedores y transmisores del Espíritu (Is 11,2; 2 Re 2,9-15; Dt
18,15.18; cf. Nm 11,16s). Para Jn, Jesús es el único que posee y
comunica el Espíritu (1,32), y en él se integran las tres figuras
mencionadas. Juan Bautista es sólo una voz; su mensaje va dirigido a las
autoridades, acusándolas de haber torcido el camino del Señor (Is 40,3)
(22-23). Esta acusación indica la postura de Juan y el sentido que
imprime a su actividad.
El
grupo fariseo acusa a Juan de usurpador (25). El bautismo o inmersión
en el agua era símbolo de muerte a un pasado, para comenzar una vida
diferente; en el caso de Juan, simbolizaba la ruptura con la institución
judía y la ideología propuesta por ella (1,5-8: la tiniebla).
Suscitando en el pueblo el deseo de vida, Juan quiere emanciparlo de la
sumisión a las instituciones que cierran el camino a Dios (23).
Promueve, por tanto, un movimiento popular que muestra su desacuerdo con
el sistema religioso.
Su
bautismo no es el definitivo. El salvador está presente y él no puede
tomar su puesto (1,27: desatarle la correa de las sandalias). La imagen
alude a una costumbre matrimonial judía: Jesús tiene derecho preferente a
ser el Esposo. Se alude a la antigua alianza, donde Dios se llamará el
Esposo del pueblo (Is 54; 62; Jr 2; Ez 16; Os 2,4ss). Se establece, por
tanto, una alianza nueva, una nueva relación entre Dios y los hombres;
en ella, la figura que requiere la adhesión y la fidelidad de los
hombres (El esposo) es Jesús, el Hombre-Dios (2,1-11) (24-27).
Betania, al otro lado del Jordán (28), fuera del territorio de Israel, será el lugar de la comunidad de Jesús (10,40-42).
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