Primera Lectura:1 Juan 2:18-21
18Hijos, es un momento
decisivo. ¿No oísteis que iba a venir un anticristo? Pues mirad cuántos
anticristos se han presentado: de ahí deducimos que es un momento
decisivo.
19
Aunque han salido de nuestro grupo, no eran de los nuestros; si
hubieran sido de los nuestros se habrían quedado con nosotros, pero así
demuestran que ninguno de ellos era de los nuestros.
20
A vosotros, además, el Consagrado os confirió una unción, y todos
tenéis conocimiento. 21Si os escribo no es porque no conozcáis la
verdad, sino porque la conocéis y sabéis que de la verdad no sale
mentira alguna.
Explicación.
Segundo enemigo, los que niegan que Jesús es el Mesías; éstos son los anticristos o
«antimesías», que separan al Cristo glorioso del Jesús humillado, que
no siguen a Jesús en su testimonio de verdad y amor al hombre, causa del
odio del mundo, que convierten a Cristo en objeto de culto sin
continuar su labor liberadora. Un anticristo, lit. «el anticristo»: en gr., esta determinación indica un individuo concreto, pero no precisado (el que niega), que en casto se designa con la indeterminación.
Un momento decisivo, gr. eskhátê hôra; La
falta de determinación impide referir la expresión al momento último o
final (cf. Jn 6,39.40, etc.: «el último día»): el adjetivo éskhatos indica,
pues, el tiempo o momento en que la opción no puede esquivarse y es de
algún modo definitiva (“decisivo/crítico”); ser "último/decisivo” es la
calidad propia del tiempo mesiánico, etapa final de la historia, en la
que, según la concepción de Juan, los campos quedan divididos por la
inevitable opción entre luz y tinieblas (d. J n 3,19-21). La creencia
difusa en un «anticristo» para la época final se realiza de modo
inesperado: hay muchos «anticristos» (18).
Divergencias
en la comunidad; algunos la han abandonado (19). La causa profunda de
la división ha sido la no aceptación del compromiso con el prójimo,
según el mensaje de Jesús. El rechazo del compromiso ha cristalizado en
una ideología que separa a Jesús hombre del Mesías, entidad celeste y
gloriosa, que desciende sobre Jesús en el bautismo, pero lo abandona
antes de la muerte infamante en cruz (cf. 4,1-6; 5,6-12).
La unción (“crisma”, como «Cristo», Ungido) que han recibido de Jesús (el Consagrado) es
el Espíritu, que da la experiencia de Dios como Padre y de Jesús como
Salvador. El autor no pretende instruirlos; quiere que usen el
conocimiento que ya tienen para discernir entre lo que es de Dios y lo
que no es (20-21).
(Sal 98; Is 44-55)
1Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, la tierra entera;
2cantad al Señor, bendecid su nombre,
pregonad día tras día su victoria.
11 Alégrense los cielos, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto contiene;
12exulte la campiña y cuanto hay en ella,
aclamen los árboles silvestres
13delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra;
regirá el orbe con justicia
y a los pueblos con fidelidad.
Explicación.
96,1
Teóricamente, el canto es nuevo la primera vez que se canta, no cuando
se repite. ¿Es nuevo un canto hecho de retazos usados? Creo que el autor
se mueve con el espíritu de novedad que anima al profeta del
destierro.
96,11 Conforme al contexto, el mugido del mar es festivo: es su voz.
96,12 Es el verso más original, síntesis de lo campestre (Dt 32,13) Y lo silvestre.
96,13 Gobernar incluye el juzgar. El hombre puede fiarse de su gobierno. (Comentaré estos versos en el Sal 98).
Transposición cristiana.
Se pueden seguir dos pistas: el adviento y el
reinado. Dejando la primera para el Sal 98, me fijo en la segunda. El
Apocalipsis canta el reinado del Padre y de su Mesías: 11,15.17;
12,10-12; 19,6; véanse también 1 Cor 15,25; Col 1,13.
Evangelio:Juan 1:1-18
EVANGELIO DE JUAN. TRADUCCIÓN DE LA NUEVA BIBLIA ESPAÑOLA.
I. PRÓLOGO: EL DESIGNIO CREADOR (1,1-18).
1. 1.Al principio ya existía la Palabra y la palabra se dirigía a Dios y la Palabra era Dios.
2. Ella al principio se dirigía a Dios.
3. Mediante ella existió todo, sin ella no existió cosa alguna de lo que existe.
4. Ella contenía vida y la vida era la luz del hombre:
5. esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha apagado.
6. Apareció un hombre enviado de parte de Dios, su nombre era Juan; éste vino para un testimonio,
7. para dar testimonio de la luz, de modo que, por él, todos llegasen a creer.
8. No era él la luz, vino sólo para dar testimonio de la luz.
9. Era ella la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre llegando al mundo.
10. En el mundo estaba y, aunque el mundo existió mediante ella, en mundo no la reconoció.
11. Vino a su casa, pero los suyos no la acogieron.
12. En cambio, a cuantos la han aceptado, los ha hecho capaces de
hacerse hijos de Dios: a esos que mantienen la adhesión a su persona;
13. los que no han nacido de mera sangre derramada ni por mero
designio de una carne ni por mero designio de un varón, sino que han
nacido de Dios.
14. Así que la Palabra se hizo hombre, acampó entre nosotros y hemos
contemplado su gloria – la gloria que un hijo único recibe de su padre –
plenitud de amor y lealtad.
15. Juan da testimonio de él y sigue gritando: - Éste es de quien yo
dije: “ El que llega detrás de mí estaba ya presente antes que yo,
porque existía primero que yo”.
16. La prueba es que de su plenitud todos nosotros hemos recibido: un amor que responde a su amor,
17. porque la Ley se dio por medio de Moisés; el amor y la lealtad han existido por medio de Jesús Mesías.
18. A la divinidad nadie la ha visto nuca; un Hijo único, Dios, el que está de cara al Padre, él ha sido la explicación.
COMENTARIO
Prólogo. Puede llamarse también síntesis introductoria o profesión de fe
de la comunidad de Juan, que, en 1,14-16 (nosotros), habla de su
experiencia cristiana, fruto de la actividad de Jesús. El prólogo resume
en pocos trazos la realización del proyecto creador de Dios, que abre
una época nueva en la historia humana. Por una parte, da claves de
interpretación para el resto del Evangelio; por otra, sólo se puede
penetrar su profundidad conociendo la obra de Jesús narrada después.
Introducción (1-2).El término griego logos sintetiza dos conceptos del
AT: el de palabra/potencia creadora (Gn 1) y el de sabiduría creadora
(Prov 8,22-24.27; Eclo 1,1.4-6.9; Sab 8,4; 9,1.9; Sal 104,24). El logos o
Palabra formula el proyecto de Dios (sabiduría), que existe antes de la
creación y la guía, y, en cuanto potencia, lo realiza. En v.1, la
Palabra representa el proyecto formulado, cuyo contenido está expresado
en 1c: la Palabra era Dios o, ateniéndonos al significado de la Palabra
en este pasaje: un Dios era el proyecto. Este consistía, por tanto, en
que el hombre tuviese condición divina, que fuese igual a Dios. El
proyecto es la palabra divina absoluta y relativiza todas las demás
palabras, en particular, las de la antigua Ley: a las diez palabras
(decálogo) se opone la única palabra que las sustituye. Paralelamente,
todos los ideales humanos propuestos en la antigua alianza quedan
superados al conocerse en Jesús el verdadero proyecto de Dios sobre el
hombre. Este proyecto, concebido en la mente divina, es personificado
por Jn, quien lo presenta como el interlocutor de Dios. Expresa con esta
especie de soliloquio divino (el proyecto se dirigía/interpelaba a
Dios) una urgencia: la del amor de Dios por realizarlo.
La antigua humanidad. El rechazo del proyecto de Dios (3-10). Existe la
actividad creadora del proyecto/palabra, que se traduce en comunicar la
vida que contiene. Vida (= plenitud de vida), se opone a la existencia
que no merece ese nombre; la plenitud de vida es la luz, la verdad del
hombre (4). Consecuencia: no existe una verdad anterior a la vida ni
independiente de ella: no hay más verdad que el esplendor de la vida
misma; la aspiración a la vida plena guía al hombre, y la experiencia de
ella le va descubriendo la verdad. Es decir, la verdad es la vida misma
en cuanto se puede conocer, experimentar y formular. Donde hay vida,
hay verdad; donde no hay vida, no hay verdad.
La luz/vida tiene un enemigo, la tiniebla, que pretende extinguir la luz
(5). Es una entidad activa y maléfica: a la luz/vida se opone la
tiniebla/muerte. La tiniebla aparece después de la luz (no como en Gn
1); es decir, la aspiración a la vida es componente del ser del hombre,
por ser la vida el contenido del proyecto creador, del que el hombre es
resultado. La tiniebla no se opone a la vida en sí misma, sino a la
luz/verdad, a la vida en cuanto puede ser conocida. Es una antiverdad,
una falsa ideología (8,44: la mentira) que, al ser aceptada, ciega al
hombre, impidiéndole conocer el proyecto creador, expresión del amor de
Dios por él, y sofocando su aspiración a la plenitud.
A pesar del esfuerzo por extinguirla, la vida/luz sirve de orientación y
de meta a la humanidad. El hombre puede comprender qué significa una
vida plenamente humana y a ella ha aspirado siempre, aun cuando por
culpa de otros hombres tuviera que vivir sometido a una condición
inhumana. Los dominados por la tiniebla son muertos en vida.
En medio de la antigua humanidad y de la dialéctica luz/tiniebla se
presenta Juan (6-8), mensajero enviado por Dios para dar testimonio a
los hombres acerca de la luz/vida, avivando la percepción de su
existencia y el deseo de alcanzarla; de rechazo, denuncia la tiniebla y
su actividad. Su bautismo simbolizará la ruptura con la tiniebla.
La luz verdadera (9) se opone a las luces falsas o parciales, cuyo
prototipo había sido la Ley (Sal 119,105; Sab 18,4; Eclo 45,17 LXX). La
luz no sólo brilla (1,5), sino que ilumina, llega y pretende comunicarse
a todo hombre: a pesar de las tinieblas y de las falsas luces, el
hombre podía experimentar el anhelo de vida; la plenitud contenida en el
proyecto creador se le presentaba siempre como ideal y meta. Su anhelo
de vida y de plenitud era criterio para distinguir entre luces
verdaderas y falsas. Pero la humanidad no reconoce el proyecto ni hace
caso de la interpelación (10); aunque le era connatural, lo rechazó y
con ello rechazó la vida. Dominada por las ideologías contrarias a la
vida (la tiniebla/muerte), se negó a responder al ideal al que estaba
destinada por la creación misma. Tal era su situación hasta la legada
histórica de la Palabra: la ideología/tiniebla represora de la vida le
quitaba hasta el deseo de la propia plenitud.
Centro del prólogo: El proyecto creador, realizado en la historia
(11-13). En paralelo con la llegada de Juan Bautista, está la de Jesús.
Él es el Hombre-Dios (3), el proyecto realizado, la palabra creadora, la
vida (11,25; 14,6) y la luz (8,12; 9,5). Su presencia histórica se
verificó en su propio pueblo (su casa), pero aquel pueblo no lo aceptó
(11). Fracaso de la antigua alianza, que debía haber preparado a Israel
para este momento. Se ha interpuesto la tiniebla, es decir, la ideología
mantenida por la institución judía, la absolutización de la Ley y los
principios nacionalistas (12,34.40). En su nombre se condenará a Jesús
(19,7).
Hay quienes lo aceptan (12), sobre todo fuera de su pueblo, liberándose
del dominio de la tiniebla. Ser hijo se demuestra con el modo de obrar
(8,39; 5,19-20). La capacidad de ser hijos de Dios se confiere con el
nacer de Dios; hacerse hijo indica el crecimiento, fruto de una
actividad semejante a la de Dios mismo. Dios no anula al hombre, sino
que colabora con él. La actividad del cristiano no es la de Dios en el
hombre, sino la Dios con el hombre. Aceptar a Jesús consiste en darle la
adhesión personal en su calidad de proyecto realizado y en aceptar la
vida que comunica en cuanto palabra creadora. No pide Jn la adhesión a
una ideología ni a una verdad revelada, sino a la persona de Jesús, el
modelo y dador de vida que Dios ofrece a la humanidad.
La capacidad de hacerse hijos de Dios supone un nuevo acontecimiento.
Éste, que se identifica con la recepción del Espíritu (3,5), procede de
la muerte de Jesús (“sangre derramada”), del propósito de su actividad
histórica (“carne”), de su propósito personal (“varón”), pero no en
cuanto meros hechos humanos, sino en cuanto en ellos se expresa y se
hace eficaz la Palabra/Proyecto, que es Dios (1,1) (13). Esta
calidad/nombre de Jesús (12) es la que percibe el que le mantiene su
adhesión.
La nueva humanidad (14-17). La comunidad (nosotros) que ha aceptado a
Jesús habla de la llegada de éste en términos de experiencia, la propia
de los que lo han aceptado y, con ello, han nacido de Dios.
El proyecto divino, la plenitud de vida, se ha realizado en un hombre
sujeto a la muerte (hombre/carne) (14). Por vez primera aparece la meta
de la creación: el Hombre-Dios. Su presencia se interpreta en clave de
éxodo, es decir, de liberación de toda esclavitud: acampar hace alusión a
la antigua Tienda del Encuentro, morada de Dios entre los israelitas
durante su peregrinación por el desierto (Éx 33,7-10). En el nuevo
éxodo, el lugar donde Dios habita es un hombre, Jesús. La gloria era el
esplendor de la presencia divina, que, durante el éxodo de Israel,
aparecía en particular sobre el santuario (Éx 40,34-38). Para la nueva
humanidad en camino, la presencia activa de Dios resplandece en el
hombre Jesús. No hay distancia entre Dios y los hombres; en Jesús, su
presencia es inmediata para todos.
El hijo único es el heredero universal del Padre y todo lo que éste
tiene le pertenece; el Padre le comunica su misma gloria, haciendo al
Hijo igual a él. Su gloria es su plenitud de amor y lealtad (Éx 34,6):
amor gratuito y generoso que se traduce en don/entrega y que no se
desmiente ni falla nunca (lealtad). Como la luz es el resplandor de la
vida, la gloria es el resplandor del amor leal. Si la vida es un
dinamismo, su actividad es el amor: vivir es amar y amar es comunicar
vida (14).
La comunidad narra el testimonio de Juan (15), que ve confirmado por su
propia experiencia. Jesús llega después de Juan, pero se pone delante de
él. La comunidad narra el testimonio de Juan, que ve confirmado por su
propia experiencia. La Palabra/Sabiduría, ahora realizada en Jesús,
estaba presente en el mundo desde el principio de la humanidad (1,4: “la
luz del hombre”) y es la misma que existía ya “al principio” (1,1).
Juan resume aquí, en sentido inverso, las tres etapas de la
Palabra/proyecto: su existencia antes de la creación (existía primero
que yo), su presencia en la humanidad (estaba ya presente antes que yo),
su realización histórica en Jesús (el que llega detrás de mí).
Al nuevo éxodo y a la nueva alianza se invita a la humanidad entera. No
desembocan, por tanto, en la formación de un nuevo pueblo, sino en la de
una nueva humanidad. La comunidad tiene conciencia de pertenecer a
ella.
Lo específico cristiano (todos nosotros) es la experiencia y
participación del amor-vida que está en Jesús (16). El Hijo, heredero
universal (14), hace a los suyos partícipes de su misma herencia. La
prueba palpable de la realidad y de la acción de Jesús es el amor que
existe en la comunidad; se muestra en una actividad como la suya, que
lleva a realizar el designio divino, es decir, a trabajar por la
plenitud humana.
La nueva comunidad humana existe en virtud de la nueva y directa
relación del hombre con Dios (nueva alianza), inaugurada y hecha posible
por Jesús (17). La antigua relación, mediada por la Ley mosaica, ha
caducado. Gracias a la obra de Jesús pueden existir en los hombres el
amor y la lealtad propios de Dios mismo (14); con ello culmina la obra
creadora de Dios y se establece la nueva relación/alianza. La Ley era
exterior, el amor es interior y transforma al hombre, haciéndose
constitutivo de su ser (Jr 31,31-34; Ez 36,25-28). El código externo
pierde su validez y su razón de existir.
Colofón (18). Moisés y todos los intermediarios de la antigua alianza
habían tenido sólo un conocimiento mediato de Dios (Éx 33,20-23). Por
eso la Ley no consiguió reflejar la realidad de Dios. Todas las
explicaciones de Dios dadas antes de Jesús eran parciales o falsas: el
AT era sólo anuncio, preparación o figura del tiempo del Mesías.
La teología del hombre-imagen de Dios queda superada; el proyecto
creador sólo llega a su término con el Hombre-Hijo, a quien el Padre
comunica su propia vida/amor. Únicamente Jesús, el Hijo único/amado, que
tiene la condición divina, puede expresar lo que Dios es: el Padre que
está total e incondicionalmente a favor del hombre, el que, por amor, le
comunica su propia vida. Jesús lo explica con su persona y actividad.
Él es el punto de partida, el único dato de experiencia de alcance del
hombre para conocer al verdadero Dios. Toda idea de Dios que no
corresponda a lo que es Jesús es un invento humano sin valor. Jesús es,
de modo inseparable, la verdad del hombre y la verdad de Dios:
manifiesta lo que es el hombre por ser la realización plena del proyecto
creador, el modelo de Hombre; manifiesta lo que es Dios haciendo
presente y visible el amor incondicional del Padre, al entregar su vida
para dar vida a los hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario