Primera Lectura. Cantar de los Cantares 3,1-4
1En mi cama, por la noche,
buscaba al amor de mi alma:
lo busqué y no lo encontré.
2Me levanté y recorrí la ciudad
por las calles y las plazas,
buscando al amor de mi alma;
lo busqué y no lo encontré.
3Me han encontrado los guardias
que rondan por la ciudad:
-¿Visteis al amor de mi alma?
4Pero apenas los pasé,
encontré al amor de mi alma:
lo agarré y ya no lo soltaré,
hasta meterlo en la casa de mi madre,
en la alcoba de la que me llevó
en sus entrañas.
Explicación.
3,1-4
Parece ser un sueño en voz alta. La escena de la búsqueda y el
encuentro y la unión en la alcoba materna serían el argumento del sueño.
Esto explicaría la incomprensible escapada nocturna y el hallazgo en
las callejas oscuras.
Si
la canción quiere describir una escena real, logra hacerla irreal: con
el escenario inverosímil y estrechando los tiempos. En ambos casos canta
el ansia del amor por la ausencia del amado.
Salmo 63,2-6.8-9
2Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo:
mi garganta tiene sed de ti,
mi carne desfallece por ti,
en un páramo reseco, sin agua.
3Así te contemplé en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria.
4Pues vale más tu lealtad que la vida,
te elogiarán mis labios;
5Así te bendeciré mientras viva,
alzando las manos en tu nombre.
6Como de enjundia y de manteca
se saciará mi garganta,
y con labios jubilosos
te alabará mi boca.
8que fuiste mi auxilio
y exulto a la sombra de tus alas.
9Mi aliento se pega a ti
y tu diestra me sostiene.
Explicación.
63,3 Sobre la contemplación de la gloria: Ex 24,11; 33,18.
63,4 La amistad de Dios vale más que la vida humana, da sentido a esa vida.
63,6 La "enjundia" puede referirse al banquete sacrificial: véanse Sal 36,9; Is 55,2; Jr 31,14.
63,8 La "sombra de tus alas" equivale al refugio, al asilo: cfr. Sal 17,8; 36,8; 57,2 etc.
63,9 A la letra "se adhiere detrás", quizá cruce de dos fórmulas que se leen en Dt 13,5.
Transposición cristiana.
La corporeidad
de experiencia y lenguaje del salmo adquiere nuevo realismo cuando el
Hijo de Dios se hace hombre. Su "diestra" sostiene a Pedro, su aliento
alcanza a Juan en la cena; come y bebe con sus discípulos (Hch 10,41);
tuvo sed en Samaría (Jn 4) y en la cruz (Jn 19,28). En él glorificado
podemos contemplar la gloria de Dios.
Evangelio. Juan 20,1-2.11-18
1.
El primer día de la semana, por la mañana temprano, todavía en
tinieblas fue María Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada.
2. Fue entonces corriendo a ver a Simón Pedro y también al otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dijo:
- Se han llevado al Señor del Sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
LA VUELTA DE JESÚS CON LOS SUYOS.
La nueva pareja
(Jn 20,11-18)
11. María se había quedado junto al sepulcro, fuera, llorando. Sin dejar de sllorar, se asomó al sepulcro
12.
y vio dos ángeles vestidos de blanco sentados uno a la cabecera y otro a
los pies, en el lugar donde había estado puesto el cuerpo de Jesús.
13. Le preguntaron ellos:
- Mujer, ¿por qué lloras?
Les dijo:
- Se han llevado a mi Señor y no sé donde lo han puesto.
14. Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús.
15. Jesús le preguntó:
- Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?
Ella, pensando que era el hortelano, le dice:
- Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo me lo llevaré.
16. Le dice Jesús:
-María.
Volviéndose ella, le dijo en su lengua:
-Rabbuni (que equivale a “Maestro”).
17. Le dijo Jesús:
-Suéltame,
que aún no he subido con el Padre para quedarme. En cambio, ve a
decirles a mis hermanos: “Subo a mi Padre, que es vuestro Padre, mi Dios
y vuestro Dios”.
18. María fue anunciando a los discípulos:
-He visto al Señor en persona, y me ha dicho esto y esto.
Explicación.
Terminada
la creación (19,30) y preparada la verdadera Pascua (19,31-42),
comienza sin interrupción el nuevo ciclo: el de la creación nueva y la
Pascua definitiva. Prescinde Jn del dato cronológico exacto, para
subrayar que el tiempo mesiánico sigue inmediatamente a la muerte de
Jesús. “El último día” de la cruz viene representado ahora como el
primer día (1), que abre el tiempo nuevo. Por la mañana temprano indica
un momento en que ya hay luz (18,28); dato inconciliable con todavía en
tinieblas; pero en Jn la tiniebla designa la ideología contraria a la
verdad de la vida (1,5; 3,19; 6,17; 12,35). María va al sepulcro
creyendo que la muerte ha triunfado; espera encontrar el cadáver de
Jesús. Alusión al Cantar 3,1, de la esposa: “lo busqué y no lo
encontré”. La losa puesta habría sido el sello de la muerte definitiva
(cf. 11,38s.41), pero la historia de Jesús no se ha cerrado.
Alarma
de María (2). Avisa a los dos discípulos por separado; la muerte de
Jesús ha provocado la dispersión (16,32). Conclusión de lo que ha visto:
se han llevado al Señor. No entiende lo que era señal de vida (el
sepulcro abierto); para ella, el Señor, muerto, está a merced de lo que
quieran hacer con él. El plural no sabemos muestra a la comunidad
desorientada.
11-18.
Jesús había anunciado a los suyos la tristeza por su muerte, pero
asegurándoles la brevedad de la prueba y la alegría que les produciría
su vuelta (16,16-23a). María, en cambio, llora sin esperanza (xf. 11,33)
(11); ha olvidado las palabras de Jesús. No se separa del sepulcro,
donde no puede encontrarlo.
Los
guardianes del lecho (dos ángeles) (12) son los testigos de la
resurrección y están dispuestos a anunciarla. Blanco, color de la gloria
divina; su presencia es un anuncio de vida. El vestido y la pregunta de
los ángeles (13) muestran que no hay razón para el llanto. Mujer,
apelativo usado por Jesús con su madre (2,4 y 19,6), la esposa fiel de
Dios en la antigua alianza, y con la samaritana (4,21), la esposa fiel.
Los ángeles ven en María a la esposa de la nueva alianza, que busca
desolada al esposo, pensando haberlo perdido. Respuesta de María: como
la primera vez que llegó al sepulcro (20,2), sigue pensando que todo ha
terminado con la muerte.
Mientras
siga mirando al sepulcro no encontrará a Jesús. En cuanto se vuelve
(14), lo ve de pie, como una persona viva, pero la idea de la muerte la
domina y no lo reconoce. La pregunta de Jesús (15) repite en primer
lugar la de los ángeles: no hay motivo para llorar. Añade ¿A quién
buscáis?, como en el prendimiento (18, 4.7), para darse a conocer. Pero
María no pronuncia su nombre. Hortelano: vuelve la idea del
huerto/jardín, según el lenguaje del Cantar (19,41). Se prepara el
encuentro de la esposa (Mujer) con el esposo (3,29). María, obsesionada
con su idea, piensa que la ausencia de Jesús se debe a la acción de
otros (si te lo has llevado tú).
Jesús
la llama por su nombre (16) y ella reconoce su voz (10,3; cf. Cant
5,2). Se vuelve del todo, sin mirar más al sepulcro, que es el pasado.
Al esposo responde la esposa (cf. Jr 33,11; Jn 3,29): se establece la
nueva alianza por medio del Mesías. Rabbani, “señor mío”, tratamiento de
los maestros, pero también de la mujer dirigiéndose al marido. El
lenguaje nupcial expresa la relación de amor y fidelidad que une la
comunidad a Jesús; pero este amor se concibe en términos de discipulado,
es decir, de seguimiento.
Gesto
implícito de María (Cant 3,4: “Encontré el amor de mi alma; lo agarré y
ya no lo soltaré”). La alegría del encuentro hace olvidar a María que
su respuesta a Jesús ha de ser el amor a los demás. A ese gesto responde
Jesús al decirle: Suéltame. Da la razón (aún no he subido, etc.). La
fiesta nupcial será el estadio último, cuando la esposa, la humanidad
nueva, haya recorrido su camino, el del amor total, y la creación queda
perfectamente realizada.
Jesús
envía a María con un mensaje para los discípulos, a los que por primera
vez llama sus hermanos: amor fraterno, comunidad de iguales. Antes de
la subida definitiva de Jesús al Padre (para quedarme), junto con la
humanidad nueva, hay otra subida que dará comienzo a la nueva historia.
Volverá con los discípulos (14,18). La mención de Padre de Jesús como
Padre de los discípulos responde a la promesa de 14,2-3: “En el hogar de
mi Padre hay vivienda para muchos, etc”. Jesús sube ahora para dar a
los suyos la condición de hijos (mis hermanos), mediante la infusión de
su Espíritu (14,16s). Esta experiencia les hará conocer a Dios como
Padre (17,3); será su primera experiencia verdadera de Dios. No van a
llamar Padre al que conocen como Dios, sino al contrario: llamarán Dios
al que experimentan como Padre. No reconocen a otro Dios más que al que
ha manifestado en la cruz de Jesús su amor gratuito y generoso por el
hombre, comunicándole su propia vida. Es el único Dios verdadero (17,3).
La comunidad recibe la noticia de la resurrección de Jesús (18).
SÍNTESIS.
Jesús
ha muerto, pero no es un cadáver. El sepulcro es un pasado que remite
al presente. No se puede vincular la memoria de Jesús a un lugar
determinado ni erigirle un monumento como a un difunto ilustre. Su
historia no ha terminado. Dificultad en creer que la vida vence a la
muerte.
Jn
concibe la obra de Jesús como la creación de una humanidad y un mundo
nuevos. En paralelo con la pareja primordial, Adán y Eva, aparece en el
huerto/jardín la nueva pareja que da origen a la humanidad nueva. La
presencia de Jesús en la comunidad no absorbe las energías de ésta, sino
que la proyecta hacia fuera, enviándola a la misión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario